lunes, 17 de junio de 2019

LA FAUNA IBÉRICA YA NO ES COMO FÉLIX LA CONTÓ

Una “armada” de especies africanas ha emprendido la conquista de España mientras aquellas más sensibles al calentamiento buscan refugio desplazándose al Norte o remontando las montañas.


Cambia el escenario y unos actores hacen mutis por el foro mientras otros debutan sobre las tablas. Sirva el símil teatral para describir de forma gráfica el efecto que el cambio climático (y, encadenados al mismo, la alteración de los hábitats y el trasiego de recursos) está provocando en la fauna ibérica. Las especies afines a los climas fríos, húmedos, alpinos, se baten en retirada (las reproductoras se repliegan hacia el Norte o ascienden en altitud, y las invernantes llegan en menor número o de forma más irregular), mientras una ofensiva africana va tomando posiciones en el Sur y el Levante, que se “africanizan” a pasos agigantados. Este proceso lleva décadas en marcha, pero su velocidad y sus dimensiones (el número de especies y el ámbito geográfico afectados) crecen de forma rápida y acelerada. La fauna ibérica ya no es la que Félix contó en los años setenta.
El quinto informe de evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ya constataba en 2014 que “el área de distribución de muchas especies terrestres ha cambiado recientemente: se han confirmado desplazamientos, en promedio global y por década, de 17 kilómetros hacia los polos y ascensos en altitud de 11 metros”. También apreciaba una sucesión de especies en el océano.

Un estudio realizado por investigadores del Reino Unido comparando la distribución de las aves entre los períodos 1968-1972 y 1988-1991 reveló que las especies del Sur con tendencias demográficas positivas se movieron hacia el Norte un promedio de 18,9 kilómetros en ese intervalo, es decir, casi un kilómetro anual. Otro trabajo posterior centrado en Finlandia ofreció un resultado similar, aunque el avance se produjo a más velocidad (1.56 kilómetros anuales), lo que viene a indicar una mayor sensibilidad al cambio climático de las especies nórdicas. La versión norteamericana de estas evaluaciones concuerda con sus resultados, si bien el avance es aún más notorio (2,35 kilómetros anuales), en consonancia con un calentamiento más intenso del continente. En todos los casos se concluye que los desplazamientos se producen en respuesta al cambio del clima.

Recientemente, se presentó en España un estudio elaborado por científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que evalúa el impacto del cambio climático en la fauna española y concluye que unas 300 especies de vertebrados sufrirán “significativas contracciones” en sus áreas de distribución potencial, según varios escenarios climáticos. Anfibios, aves y reptiles serán los grupos más afectados.

Paola Laiolo, investigadora científica del CSIC y directora de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo, explica que “en los últimos 50 años se ha registrado un aumento de más de 1ºC en las temperaturas medias en Europa y esto está siendo un problema para la fauna. Las especies asociadas a climas fríos pueden ver muy reducida su distribución actual. En aquellas que habitan en la alta montaña, cuanto más suben, más se aíslan entre sí sus poblaciones”, lo que implica una pérdida de flujo genético y un mayor riesgo de extinción. Tampoco hay que perder de vista que, al mismo tiempo que eso ocurre, muchas especies que habitan en zonas bajas también ascienden, favorecidas por el cambio térmico, lo que potencia la competencia y el riesgo de transmisión de parásitos y de enfermedades, y establece nuevas interacciones: un cambio de las reglas del juego.

Esa alteración en el funcionamiento de los ecosistemas la sufre, por ejemplo, el urogallo, cuyos pollos registran una elevada mortalidad por las lluvias torrenciales y las nevadas fuera de época cuando aún no son capaces de regular su temperatura. “Es una típica especie boreal, que aquí está en el límite sur de su distribución, es decir que se encuentra también en el límite de su rango de tolerancia”, explica Laiolo. El oso pardo está igualmente en la cuerda floja, aunque no lo parezca por el buen estado actual de su población. Sin embargo, un estudio realizado por el equipo del investigador Vincenzo Penteriani, del CSIC y vinculado a la unidad que dirige Laiolo, revela que en los próximos 50 años acusará una “drástica reducción”, por el desplazamiento hacia el Norte de muchas plantas de las que se alimenta, “y se trasladará desde las montañas hacia las zonas más humanizadas, por lo que cabe esperar que aumenten los conflictos con las personas y, con ellos, su tasa de mortalidad”.

La fauna de los ambientes de alta montaña, como el gorrión alpino, el acentor alpino y la chova piquigualda, puede tocar “techo”, es decir, puede verse obligada a desplazarse tan arriba en las montañas que llegue un momento en el que esa contracción de su distribución la haga desaparecer simplemente porque ya no tenga a dónde ir. Se prevé una fuerte reducción de las poblaciones de esas especies a finales de siglo.

Simultáneamente, numerosas especies migratorias de latitudes frías están reduciendo su abundancia y su frecuencia de presentación en España. “Este año no he visto un solo zorzal alirrojo”, señala Paola Laiolo en referencia a un pájaro que tradicionalmente producía invernadas muy numerosas (aunque con fluctuaciones de unos años a otros). “A escala europea se ven cambios de distribución. Antes, las zonas frías eran abandonadas en invierno; Escandinavia se quedaba sin pájaros. Ahora no se van. Al mismo tiempo, en el sur de Europa, en invernada, llegan menos aves”, agrega.

Paralelamente, “las aves mediterráneas se están expandiendo”, continúa Laiolo. Así, la golondrina dáurica y la curruca cabecinegra han colonizado en las últimas décadas las regiones atlánticas (aunque, en el caso de la primera, al lado del clima ha intervenido en ese proceso la proliferación de autovías y, con ellas, de viaductos y puentes, que son el soporte preferido para construir sus nidos), y asimismo varias especies norteafricanas se han instalado en la España mediterránea, como los vencejos moro y cafre, el camachuelo trompetero y, más recientemente, el bulbul naranjero, el busardo moro y el escribano sahariano, todos ellos favorecidos por paisajes cada vez más áridos.

+Info: La Opinion - Cambio Climático

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