Los insectos tienen mala reputación, pero en una selva de Borneo «son como un seguro ecológico».
Los árboles, unos de los más altos del mundo, se elevaban sobre las cabezas de Hannah Griffiths y sus colegas cada mañana mientras se adentraban en una zona prístina de selva en la cuenca de Maliau, en Borneo. Los pájaros cantaban y los animales deambulaban por el bosque. Un día, un oso malayo pasó por el camino frente a ellos. Otro día, vieron una cobra real.
Pero los científicos siguieron adelante, cruzaron puentes colgantes y se adentraron aún más en el bosque, donde habían puesto en marcha una serie de experimentos para analizar los efectos ecológicos de criaturas más pequeñas y menos llamativas: termitas.
Sabían que las termitas gobernaban en el reino de la tierra del bosque, devoraban las hojas a la deriva que caían de los árboles, excavaban túneles, aireaban el suelo y ejercían la función de «ingenieras» del ecosistema. Pero no sabían exactamente lo importantes que eran estos insectos para mantener la salud y funcionalidad del bosque, de ahí que tuvieran que desentrañar su papel retirando a las termitas de un lugar del bosque en particular y comprobando cómo respondía.
La suerte quiso que iniciaran su experimento cuando el bosque sufría una sequía extrema, durante el fenómeno de El Niño de 2015-2016. Lo que descubrieron —resumido en un artículo publicado el jueves en Science— fue inesperado: las termitas estaban por todas partes, había casi el doble que en un año de precipitaciones normales. Dichas termitas ayudaban al bosque a resistir la sequía intacto y sano: en las áreas donde abundaban, el suelo conservaba su humedad, germinaban más semillas de árboles y el sistema seguía adelante pese a la larga y dura sequía.
«Son como un seguro ecológico», afirmó Griffiths, entomóloga de la Universidad de York en Reino Unido. Según ella, las termitas habían protegido al bosque de los estreses del cambio climático.
Las termitas tienen una mala reputación. Se habla de ellas cuando devoran propiedades por valor de millones de dólares en Estados Unidos y, a veces, por comerse dinero, literalmente. Son responsables de casi el dos por ciento de las emisiones de carbono globales, lo que se debe a sus enormes poblaciones y a su afición por devorar materiales ricos en carbono. Existe una industria entera creada para matarlas.
Pero desempeñan un papel fundamental en muchos ecosistemas naturales. Los científicos han sabido durante años que, en los bosques tropicales, las termitas devoran hojas caídas y madera muerta, mantienen el material caído bajo control y devuelven los nutrientes de la materia muerta al sistema, donde otras plantas, insectos y animales pueden utilizarlos.
Ha sido muy difícil desentrañar el papel exacto de las termitas en muchos de los ecosistemas que habitan. ¿Eran ellas quienes limpiaban el suelo forestal? ¿Eran los microbios, las hormigas o todos en conjunto? Pero el equipo averiguó un modo de deshacerse solo de las termitas en pequeñas áreas del bosque, echando pequeños montones de celulosa envenenada —«como los rollos de papel higiénico», dice Griffith— que solo las termitas podían digerir. Tras su marcha quedó un ecosistema desprovisto de termitas que podían comparar con los ecosistemas intactos, lo que les permitiría descubrir el papel exacto desempeñado por los insectos.
Durante los años sin sequía, apenas observaron diferencias entre las parcelas intactas y aquellas de las que habían retirado las termitas. Pero durante la sequía, los efectos eran pronunciados. Allí donde había más termitas devorando la hojarasca, el suelo conservaba su humedad y las semillas germinaban, lo que permitía al bosque atravesar con menos esfuerzo la peor sequía en 20 años.
«Las termitas pueden ser una protección eficaz contra el cambio climático», afirma Rob Pringle, ecólogo de la Universidad de Princeton que no participó en el estudio. «Cuanto más hagamos por mantener la integridad del ensamblaje de la comunidad natural, más resistente será ante los retos del futuro, como el cambio climático».
El futuro seco
Según Jane Hill, entomóloga de la Universidad de York que ha trabajado en el bosque de Maliau durante años, los científicos predicen que, conforme el cambio climático avance, las sequías podrían agravarse en la región y causar más estrés en las últimas franjas de selva prístina en Borneo. Para ella, el mensaje está muy claro: las termitas son fundamentales para mantener la integridad del bosque ante un clima cambiante.
Sin embargo, la mayor parte de los bosques tropicales del planeta —en Borneo y otras partes— no poseen esa condición perfecta y prístina, y en muchos de ellos se han desplomado las poblaciones de termitas. «Muchos bosques se han fragmentado o degradado», afirma Hill. «¿Cuánta resistencia tienen?».
En un futuro forzado por el clima, hasta el aumento de las termitas podría ser insuficiente para el bosque. «Está claro que las termitas tienen el potencial de ser muy beneficiosas», afirma Carina Tarnita, ecóloga de la Universidad de Princeton que no formó parte del estudio. «Pero ¿qué les pasa con el cambio climático? ¿Cuál es su límite?».
En el caso de Griffiths, su propio estudio le demostró lo mucho que le queda por aprender sobre la interrelación del ecosistema, tanto aquí como en los bosques tropicales de todo el mundo. Insiste en que solo pudieron revelar la importancia real de las termitas en el sistema gracias a haber estudiado la sequía. Y esto «hace que salten las alarmas en mi cabeza, porque me hace pensar: ¿qué más no sabemos? Si empezamos a dañar las comunidades biológicas, no sabemos qué provocará».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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