Una pequeña erupción del volcán del monte de Agung en la isla de Indonesia ha obligado a la evacuación de 100.000 personas en un radio de 10 kilómetros alrededor del volcán.
Aunque de momento solo está emitiendo humo y ceniza, se ha decretado el estado de alerta ante un inminente desastre. En la última erupción de 1963 murieron más de 1.500 personas. Hoy mataría a muchas más debido a que la densidad de población ha aumentado. El aeropuerto internacional de Lombok permanece cerrado. La nube de ceniza supera los 3.000 metros de altura y se han cancelado 445 vuelos que afectaban a 59.000 viajeros.
El volcán despertó el pasado verano. Es sumamente difícil predecir cuándo estallará, pero la frecuencia e intensidad de los terremotos registrados debajo de él han llevado a acatar medidas de seguridad. El mayor peligro no lo representa la lava ardiente que pueda descender de la ladera, sino que pudieran originarse flujos piroclásticos. Son nubes de gas, cenizas y materiales sólidos atrapados que llegan a alcanzar los 700 kilómetros por hora y arrasan por donde pasa.
"La erupción en Agung en Indonesia ha sido relativamente pequeña hasta el momento, pero con la lava en el cráter de la cumbre, nadie sabe cómo procederá a partir de aquí", expresó en Twitter Erik Klemetti, experto en volcanes de la Universidad de Denison.
Los hay quienes miran al cielo porque todas las erupciones suponen un impacto al clima. En concreto, puede retrasar el cambio climático. La erupción del volcán Pinatubo (Filipinas) en 1991 logró paralizar durante unos años la subida del nivel del mar. Si las partículas de dióxido de azufre que emite el volcán consiguen llegar a la estratosfera actúan de pantalla: reflejan la luz solar y la envían de vuelta al espacio. El efecto es que se enfría transitoriamente el planeta.
En este caso, la nube de cenizas se encuentra a mitad camino, no alcanza la estratosfera, lo que significaría que el enfriamiento sería muy limitado a no ser que siga ascendiendo. Entrevistado por Earther, el científico climático Zeke Hausfather señala que si la erupción fuera como la que ya hubo en 1963, el planeta se enfriaría unos 0.1-0.2ºC. En 2019 llegaría el pico de frío más agudo. Sin embargo, ese año seguiría siendo de los más cálidos de la historia.
"La erupción de este volcán sería echar un cubito de hielo a una olla de agua hirviendo en un estufa”, escribe el medio. Las partículas pantalla de dióxido de azufre no tendría nada que hacer contra el CO2 que expulsamos a la atmósfera. A pesar del descenso de las temperaturas, seguiríamos perdiendo la batalla. La fiebre del planeta no la arreglará este volcán joven que suele erupcionar cada menos de cien años.
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